jueves, 3 de mayo de 2012

Reflexiones tras mi despido.


Sí mirar abajo da vértigo, conviene mirar al frente. 

Estar en paro el Día del Trabajo tiene su qué.  
Y más qué, un sonoro NO de ayer.

Han pasado tres meses desde que recibí mi carta de despido. 

Causa real: incompatibilidad con un desconfiado empresario del paleolítico. 

Resultado: él sigue en su empresa con sus principios y yo estoy en la calle con los míos. 



No me di cuenta durante el proceso de selección. En ocasiones, otorgamos a los mensajes la interpretación más acorde a nuestros deseos, cediéndoles a estos el control sobre nuestra capacidad de análisis. Asumo los errores que conmigo misma cometí. Sobre la falta de coherencia de la parte contratante no vale la pena hablar aquí.  


En esa empresa estuve un año. Llegué a Barcelona en un salto arriesgado con cambio de residencia y abandono de puesto seguro, estable, con pocas, lentas y aburridas perspectivas. Aparentemente me ha salido mal. Pero es solo la apariencia. Me aferro a la idea de que he pagado una "empresa peaje" para disfrutar de esta hermosísima ciudad en la que creo haber encontrado mi sitio. Veremos. Ahora, abierta al mundo. En estos tiempos, debo.

Un año de vida profesional en las cuevas del cuaternario me ha permitido afianzarme en mis principios básicos.

Conocí a más de una persona con la que fue un placer trabajar. Me alegraré si volvemos a coincidir. También sufrí a otras con las que el intento me provocaba el mismo dolor de muelas que sigue ocasionando a los que allí permanecen. Misión casi imposible con alguna en especial, con quien conseguir dar un paso adelante fue tarea digna de un Hércules, merecedora de asignación de concepto retributivo especial. 
“Nadie duda de que lo que más enriquece y forma es el trato con buenas personas. Pero, por desgracia, también es cierto que lo que más empobrece y deforma es el trato con malas personas. Cometeremos un grave error si pensamos que las malas personas no podrán hacernos daño. Hacen daño a todo el mundo.” 
A pesar de la mala experiencia, mantengo que los buenos jefes existen
A este respecto, recomiendo leer "Yo tuve un día un jefe...", estupenda entrada de “El vértigo del tiempo”, interesante blog de José Luis Samaranch. 
Uno de los comentarios ofrece reconocimiento a un buen jefe, en contraposición a los malos jefes que "los hay, sabemos que los hay. Trabajan mucho también, como todos los jefes, pero muy mal".
Siguiendo la recomendación que allí figura, me hice con el libro “La Empresa. Pensamientos de un director general” de Ignacio Moreno Purroy. Transcribo, acompañando a mis reflexiones, algunas de las frases contundentes que he tenido el placer de leer. 
"La empresa que exige a su personal que cada vez trabaje más por menos dinero, que amenaza con despidos…. argumentando razones que nadie entiende, no sólo no favorece las expectativas de felicidad, sino que causa desánimo y frustración. 

Las empresas tienen alma. Las empresas se entusiasman o deprimen, como las personas. 

Cuando la dirección miente, incumple promesas, exige cumplir objetivos inalcanzables o abandona a sus hombres en los momentos clave, la empresa se entristece. 

(…) 

Un paso imprescindible para conseguir un espíritu de cooperación, fundamental para que las relaciones sean buenas y duraderas, es propiciar un entorno en que las personas no teman decir la verdad. En ausencia de la verdad surgen las habladurías y rumores”. 
Cualquier modelo de gestión que no se apoye en estas premisas supone un paso atrás en mi vida profesional. Y de lo que se trata es de seguir hacia adelante. 
“Hacer que el centro de trabajo sea un lugar apasionante no es tarea fácil, más bien es una de esas cosas particularmente difíciles…. 

….los empleados tienen que sentirse satisfechos al llegar el lunes a la compañía y orgullosos de trabajar con su jefe. ¿Utopía? Es posible, pero creo que vale la pena intentarlo”. 
La pregunta es: ¿cuántos de vosotros os sentís orgullosos de trabajar con vuestro jefe? Os animo a no renunciar a la posibilidad de que un jefe os haga sentir orgullosos. El buen jefe existe.

Por cierto.... yo lo soy. 

Tras mi despido, mis horizontes se han ampliado. La vida, mi vida tiene esas contradicciones. 




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